Los encantos de la meditación en silencio

Las manos de una chica que practica meditación con mudras.
16 de febrero de 2024

La ancestral práctica de la meditación en silencio ha perdurado a lo largo de los siglos como una técnica profundamente arraigada en la búsqueda de paz interior y claridad mental. A diferencia de otras formas de meditación que incorporan sonidos, mantras o movimientos físicos, la meditación en silencio se lleva a cabo en un entorno tranquilo, libre de distracciones, donde el único enfoque es la propia mente. Ejemplos notables de esta modalidad son el zazen y el vipassana.

El propósito fundamental de la meditación en silencio radica en alcanzar un estado de conciencia plena en el momento presente, evitando ser arrastrado por pensamientos o emociones que puedan perturbar la serenidad. En este sentido, se centra en la observación y aceptación de los pensamientos y emociones sin juzgarlos ni intentar modificarlos, cultivando así la capacidad de estar plenamente presente y entrar en comunión con el entorno.

La versatilidad de la meditación en silencio se refleja en la posibilidad de practicarla en diversas posturas: sentados en una silla, en posición de loto, sentados en seiza (postura arrodillada japonesa), de pie o incluso acostados. La clave reside en encontrar una postura cómoda que facilite mantener la atención y concentración durante la duración de la meditación, que puede extenderse desde unos pocos minutos hasta varias horas, según las preferencias, habilidades y experiencia de cada individuo.

La meditación en silencio se sustenta en tres elementos esenciales: parar, observar y aceptar. Detenerse física y mentalmente constituye el primer componente, marcando la necesidad de pausar tanto la actividad corporal como la mental. La observación es la práctica real de la meditación en silencio, y la aceptación es el resultado de una práctica constante que conduce, sin lugar a dudas, a un estado de serenidad, paz y comprensión profunda.

Jordi Ibern

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